La estratégica situación del cabo de Sant Sebastià, en uno de los extremos del golfo de León, le hace punto de recalada para los barcos que desde Génova se dirigen a Barcelona, y desde el primer momento fue el lugar elegido como emplazamiento de un gran faro de 1º orden. La tradición cuenta que el monje encargado de la vecina ermita de Sant Sebastià se encargaba también del encendido y vigilancia de una luz para auxiliar a los pescadores, los cuales la mantenían con sus limosnas. En 1857 se iluminó el faro, que daba la característica de luz blanca con eclipses de 1' en 1' y un alcance de 23 millas. La óptica giratoria era de 1º orden y tenía una lámpara que utilizaba el aceite de oliva como combustible, que sería sustituido sucesivamente por la parafina y el petróleo y, en 1914 por un sistema de incandescencia por vapor de petróleo a presión. En 1924 se inauguró una reforma de la óptica y del mecanismo de giro que permitió establecer una característica de destellos equidistantes blancos y un alcance de 20 millas para la luz fija y 31 para los destellos. En 1939 se aprobó la conversión del faro en aeromarítimo. Mientras tanto, se electrificó en 1940. y hasta 1966 no entraron en servicio las nuevas linterna y óptica, y el nuevo mecanismo de rotación, dando la apariencia actual de destellos cada 5" con un alcance nominal de 27 millas. En el mismo día se apagó el aparato universal provisional que se había encendido tres años antes. En 1970 se inauguró un radiofaro. Situado a 4 km de Palafrugell y a 600 m de Llafranc, domina un espléndido panorama en un lugar muy concurrido por toda clase de gentes, cuyas firmas se reflejan en el libro de visitas, entre las que se destacan las de Emilio Castelar, Maria Asquerino, Cecilia de Borbón y la Sra. Churchill.